Anoche otra vez me pasó, revise todo, los armarios, los cajones, los
libros, el baúl y las cerraduras tres veces. No encontré nada. Apagué la luz de
mi mesita de noche y me dispuse a conciliar el sueño que no he logrado tener en
semanas. Al principio nada…escuchaba al perro del vecino ladrar y ladrar. De
pronto las latas del zinc revueltas por el viento. Más tarde decidí no volver a
beber tanto té antes de acostarme a dormir, aunque de no ser por eso, no habría
recordado que deje la llave del baño abierta. Atravesé la habitación, aparentemente
vacía, al pasar por delante del sillón traté de no voltear, pero esa sensación
de sentirse observado es imposible de ignorar, sin titubear me volví, no voy a
negar que me sorprendí, te veías diferente a la ultima vez, estabas más alto,
me sonreías, tu mirada astuta permanecía, “¿querés que te lea un cuento yo a
vos?”, tu voz también estaba más grave. Está noche no, respondí. Regrese a la cama, esta vez conté 63 ovejas
que me miraban entre burlonas por mi desvelo y cansadas de tanto saltar hasta que
se volvieron cada vez más borrosas…
La luz encandiló
mis parpados hasta obligarlos a abrirse, otra noche de mal dormir pensé, me
levante agotado; el sillón estaba intacto, ya no estabas. Hice las cosas como de
costumbre, y al mirarme al espejo lo reconocí: había envejecido, las arrugas en
los ojos enmarcados con esas grandes ojeras, mi barba invadida por esa plaga
blanca que llaman canas, el hecho de que tenga que usar dos lentes uno para
leer de cerca otro para leer de largo, mis manos una vez fuertes y agiles,
ahora son tan frágiles y feas, y no es que sea un anciano, ¡no!, pero hasta mis
recuerdos aquellos que pensé que se mantendrían intactos, vírgenes y jóvenes
por siempre han sido opacados por el paso del tiempo; y todo esto ocupo tan solo un par de segundos
en mi cerebro. Porque al segundo siguiente mi atención se desvió, carcajadas
eran carcajadas que venían sí, del sillón, y la voz chistosa de un personaje de
la tele las provocaba, no fue el hecho lo que me acobardo, sino el recuerdo, el
reconocer esas risas y más aun el añorarlas. Entonces yo lo que hice fue
ignorarte, apague el televisor, y salí corriendo, huyendo, cerré la puerta de
mi cuarto, pero al poner el seguro, la escuché golpear mientras me gritabas,
“papá papá vení a jugar conmigo”, yo
escuchaba tus palabras al otro lado de la puerta, mientras miraba la fotografía
en mi mesita de noche y lloraba solo podía llorar, hasta que, tu voz se fue
diluyendo, el insomnio cobro factura y me quede dormido sobre mis rodillas.
Últimamente y desde hace un tiempo,
que no es lo mismo aunque parezca que sí, sentarme en el sillón a las dos de la
madrugada, tomar té o hacerme la barba; a veces se me olvida cerrar con llave,
porque sé que estás ahí y podés cuidar la casa, aunque se supone que era yo el
que debía cuidarte a vos.
Ya no sé que
pensar, la gente dice que es normal, que es parte del proceso, que es una
etapa, ¿Cómo puede ser normal?, ver a mi hijo de pie frente a mí sin que pueda abrazarlo.
No puede ser que nadie me entienda.
Es como si la
locura se apagara y se encendiera, tan fácil como la luz de mi lámpara.
Me desperté
sobresaltado como si hubiera tenido una horrible pesadilla, las imágenes de
aquel fatídico momento se dibujaban una tras otra en mi mente; el sudor de mi
frente se confundió con la humedad que habían dejado las lágrimas sobre mis
rodillas. Me levante y abrí la puerta, seguías ahí, inmóvil y totalmente
callado, comencé hablar, a pedirte perdón, era yo el culpable, si hubiera
tenido más cuidado, maldije la hora en que…y de pronto alzaste la cabeza y me
miraste con los ojos vidriosos, iguales a los de aquel día, tu último día. Entonces,
quede mudo. Me tomaste la mano y me guiaste al sillón ambos nos sentamos a ver
caricaturas.
Creo que ya no
tengo nada que hacer porque he dejado de sentir miedo, ya no me hago más
preguntas, ya no corro asustado. Estoy convencido de que el desequilibrado es
el doctor, como pretende que me tome todas esas pastillas de una sola vez sin
que me vuelva loco. Además me siento mejor así,
he vuelto a ser yo el que te lee los cuentos antes de dormir, y el que
en la mañana te prepara el desayuno y aunque no lo creás eso me hace sentir joven
de nuevo. En cuanto al insomnio los días que no venís… las ovejas se encargan
de hacerme compañía, como ya no me ven tan seguido se alegran cuando las
visito. Y sabés también, hasta me estoy empezando a llevar mejor con el espejo,
ambos sabemos que entre más arrugado me pongo yo, vos te vas transformando en
todo un hombre, ese hombre que siempre imagine que serías…; me entristece
imaginar el momento en que te vayás de casa, ya sé ya sé, es que no quiero
perderte; de nuevo, ¡no! esta vez no podría soportarlo.
…el
sillón sigue intacto excepto los días y las noches en que no cuento ovejas…