viernes, 29 de junio de 2012

Última mirada

Me convertí en una mujer con ojos de caleidoscopio.
De niña dormía con el aroma de mi madre contenido en un pedazo de seda fría.
La ausencia, fiel compañera de los recuerdos.
Que infinitos son los segundos cuando se aguarda la espera.
Pero que silencio que hace ya.
¿No se habrán dado cuenta que la luz sigue encendida?
Será que la memoria de esa lámpara color fósforo encandiló sus parpados.
Ojos que no son de caleidoscopio sino de sombras semitransparentes.
No, sus sueños siguen tendidos en el armario.
Abrí la puerta que voy a salir. Dame tres minutos más, se encendió la noche.
Cerrala ahora, porque ya me fui.

Entre el ocaso y el alba

Anoche otra vez me pasó,  revise todo, los armarios, los cajones, los libros, el baúl y las cerraduras tres veces. No encontré nada. Apagué la luz de mi mesita de noche y me dispuse a conciliar el sueño que no he logrado tener en semanas. Al principio nada…escuchaba al perro del vecino ladrar y ladrar. De pronto las latas del zinc revueltas por el viento. Más tarde decidí no volver a beber tanto té antes de acostarme a dormir, aunque de no ser por eso, no habría recordado que deje la llave del baño abierta. Atravesé la habitación, aparentemente vacía, al pasar por delante del sillón traté de no voltear, pero esa sensación de sentirse observado es imposible de ignorar, sin titubear me volví, no voy a negar que me sorprendí, te veías diferente a la ultima vez, estabas más alto, me sonreías, tu mirada astuta permanecía, “¿querés que te lea un cuento yo a vos?”, tu voz también estaba más grave. Está noche no, respondí.  Regrese a la cama, esta vez conté 63 ovejas que me miraban entre burlonas por mi desvelo y cansadas de tanto saltar hasta que se volvieron cada vez más borrosas…
La luz encandiló mis parpados hasta obligarlos a abrirse, otra noche de mal dormir pensé, me levante agotado; el sillón estaba intacto, ya no estabas. Hice las cosas como de costumbre, y al mirarme al espejo lo reconocí: había envejecido, las arrugas en los ojos enmarcados con esas grandes ojeras, mi barba invadida por esa plaga blanca que llaman canas, el hecho de que tenga que usar dos lentes uno para leer de cerca otro para leer de largo, mis manos una vez fuertes y agiles, ahora son tan frágiles y feas, y no es que sea un anciano, ¡no!, pero hasta mis recuerdos aquellos que pensé que se mantendrían intactos, vírgenes y jóvenes por siempre han sido opacados por el paso del tiempo;  y todo esto ocupo tan solo un par de segundos en mi cerebro. Porque al segundo siguiente mi atención se desvió, carcajadas eran carcajadas que venían sí, del sillón, y la voz chistosa de un personaje de la tele las provocaba, no fue el hecho lo que me acobardo, sino el recuerdo, el reconocer esas risas y más aun el añorarlas. Entonces yo lo que hice fue ignorarte, apague el televisor, y salí corriendo, huyendo, cerré la puerta de mi cuarto, pero al poner el seguro, la escuché golpear mientras me gritabas, “papá papá vení a jugar conmigo”,  yo escuchaba tus palabras al otro lado de la puerta, mientras miraba la fotografía en mi mesita de noche y lloraba solo podía llorar, hasta que, tu voz se fue diluyendo, el insomnio cobro factura y me quede dormido sobre mis rodillas.
Últimamente y desde hace un tiempo, que no es lo mismo aunque parezca que sí, sentarme en el sillón a las dos de la madrugada, tomar té o hacerme la barba; a veces se me olvida cerrar con llave, porque sé que estás ahí y podés cuidar la casa, aunque se supone que era yo el que debía cuidarte a vos.
Ya no sé que pensar, la gente dice que es normal, que es parte del proceso, que es una etapa, ¿Cómo puede ser normal?, ver a mi hijo de pie frente a mí sin que pueda abrazarlo. No puede ser que nadie me entienda.
Es como si la locura se apagara y se encendiera, tan fácil como la luz de mi lámpara.
Me desperté sobresaltado como si hubiera tenido una horrible pesadilla, las imágenes de aquel fatídico momento se dibujaban una tras otra en mi mente; el sudor de mi frente se confundió con la humedad que habían dejado las lágrimas sobre mis rodillas. Me levante y abrí la puerta, seguías ahí, inmóvil y totalmente callado, comencé hablar, a pedirte perdón, era yo el culpable, si hubiera tenido más cuidado, maldije la hora en que…y de pronto alzaste la cabeza y me miraste con los ojos vidriosos, iguales a los de aquel día, tu último día. Entonces, quede mudo. Me tomaste la mano y me guiaste al sillón ambos nos sentamos a ver caricaturas.
Creo que ya no tengo nada que hacer porque he dejado de sentir miedo, ya no me hago más preguntas, ya no corro asustado. Estoy convencido de que el desequilibrado es el doctor, como pretende que me tome todas esas pastillas de una sola vez sin que me vuelva loco. Además me siento mejor así,  he vuelto a ser yo el que te lee los cuentos antes de dormir, y el que en la mañana te prepara el desayuno y aunque no lo creás eso me hace sentir joven de nuevo. En cuanto al insomnio los días que no venís… las ovejas se encargan de hacerme compañía, como ya no me ven tan seguido se alegran cuando las visito. Y sabés también, hasta me estoy empezando a llevar mejor con el espejo, ambos sabemos que entre más arrugado me pongo yo, vos te vas transformando en todo un hombre, ese hombre que siempre imagine que serías…; me entristece imaginar el momento en que te vayás de casa, ya sé ya sé, es que no quiero perderte; de nuevo, ¡no! esta vez no podría soportarlo.

…el sillón sigue intacto excepto los días y las noches en que no cuento ovejas…
                                                                                                                             

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"Son extrañas las cosas que uno puede encontrar en su propia casa cuando esta se vuelve ajena"

Natalia Litvinova



lunes, 25 de junio de 2012

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Esos lugares simplemente perfectos...

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"Estamos formados por nuestros pensamientos, nos convertimos en lo que pensamos. Cuando la mente es pura, la alegría nos sigue como una sombra que nunca se va. "

Gautama Buda

lunes, 4 de junio de 2012

Fragmento

Imagínese: 
Una atmósfera color índigo penetra la oscuridad adyacente.
Estoy buscando adjetivos para las emociones premeditadas de esta madrugada de enero
La migración se me viene encima como la necesidad innegable de abandonarme.
La autentica fluctuación de encontrar el fulgor perplejo que se guarda aquí dentro. 
Y que no hallo, que no hallo nunca…