domingo, 14 de octubre de 2012

Yemanjá

Fue el viento, un soplido cálido que suavizo mi piel.
El silencio, interrumpido por un grito ahogado que choca
y se confunde una y otra vez.
Apenas rozando tus bordes me dejás acariciar tus aguas.
Y que mis pies besen con dulzura tu arena al son de mis pasos galopantes 
junto al unisonó de mi risa eufórica.
Descubrí con la noche la inmensidad de tu útero violento y apasionado.
Me dejás llegar hasta tu cintura. 
Fusionada con el cielo nocturno abrazás mis deseos de soltarme…
Confío mis miedos a tus gotas saladas 
Para que me des la fuerza que tengo de ser mujer.
Escuchaste mis ganas de llevarte conmigo 
Y me regalaste tu voz  envuelta en una caracola.